Artículo publicado en El Pixeblog de Pedja. Publicado aquí con permiso de su autor.
Tras escribir unos cuantos artículos basados en la Next-Gen en la que estamos inmersos, retrotraerse unos cuantos años atrás quizás cueste un poco al principio, pero basta dejarse llevar por la cálida atmósfera de azimuth y cassettes de cualquier ordenador de 8 bits para sentirse como en casa. En esta ocasión habrá que aguantar la respiración por unos instantes para sumergirse en las profundas aguas que ocultan al Titanic.
Topo Soft lanzó este juego programado por Emilio Martínez -uno de los veteranos de la compañía-, mezclando videoaventura y acción a partes iguales, allá por el año 1988. Fue uno de los títulos que debutaron en el mercado en las navidades de dicho año, formando parte del famoso pack Erbe88. Como argumento de fondo, la paranoia de turno en la que nuestro héroe debía probar un ultramoderno traje de buceo que nos permitiría llegar por nuestros propios medios hasta la insondable sima donde descansa el gigante de hierro.
En el segundo nivel, y tras introducir SUSIE como clave de acceso, exploraremos los oxidados interiores del otrora lujoso barco, donde nuestro principal objetivo será la caja fuerte. No sólo bastará con encontrarla, sino que previamente será necesario hallar varios cartuchos de dinamita y además, una palanca para abrirla por completo y acabar el juego con éxito.
Recreando el naufragio
Visualmente estaba currado, o al menos yo lo veo así, aunque es posible que me pueda la nostalgia; lejos de la monocromía propia de otros juegos, el color invadía todos los sprites del juego en las versiones Spectrum y MSX -idénticas, por supuesto-, mientras que en Amstrad se perdía definición a cambio de una mayor cantidad de colorido. Eso sí, el manejo del buzo era algo extraño: girar sobre nosotros mismos era todo un infierno, lo cual nos exponía aún más a los mordiscos de los hambrientos pececillos. Por lo menos disponíamos de arpón para defendernos.
Titanic contaba con una melodía principal que encajaba perfectamente con la temática del juego, siendo en mi opinión una de las mejores partituras que compuso César Astudillo, el incombustible Gominolas. Por supuesto, la portada también era de nivelazo: nuestro héroe combatiendo a muerte con un monstruoso octópodo, y firmado a fuego por el maestro Alfonso Azpiri.
Y con Azpiri continuaremos para rematar el artículo, aunque esta vez me refiero al sobrino de Alfonso, Jorge Azpiri. Él se encargó de reformar el apartado visual que había efectuado Ricardo Cancho en las versiones de 8 bits; en concreto, para la versión PC que lanzó Topo Soft tres años más tarde, remodelando por completo los gráficos y alcanzando cotas de calidad elevadas, aunque sin llegar al excelso trabajo realizado por él mismo para La Espada Sagrada en similares condiciones.
En resumen, un juego que si bien no se considera que esté entre los tres mejores de la compañía, más que nada por la endiablada dificultad que encerraba, sí que se recuerda como un título original y con estilo. De lo mejor de Erbe 88 junto con el Operation Wolf de Ocean.