Mi lugar favorito los domingos con mi padre allá por el 87. El rastro de #SantaCruzdeTenerife estaba aquí. pic.twitter.com/YPu5CaUCOf
— Konamito (@Konamito) July 30, 2016
Los paseos por el Rastro de Santa Cruz de Tenerife es uno de los recuerdos más bonitos que guardo de mi infancia relacionados con el MSX.
Ya teníamos el MSX en casa desde hacía un tiempo y mi hermano y yo comenzamos a reclamar juegos. Pero desafortunadamente en mi casa estábamos pasando una mala racha económica (mi padre estaba en el paro) y por lo tanto, sintió la necesidad de acudir al rastro para comprar juegos originales de segunda mano y también pirateados.
Mi querido rastro estaba situado entonces en la Avenida Francisco La Roche, conocida popularmente como Avenida de Anaga. Y aunque han pasado casi treinta desde entonces, la zona presenta un paisaje muy similar. Destacan sobretodo los frondosos laureles de indias que daban una sombra buenísima las calurosas mañanas de domingo. Al caminar por la ancha acera se podía ver el mar, cosa que siempre es de agradecer para un isleño.
En aquella época,los puestos de venta se situaban a lo largo de la avenida, ocupando prácticamente toda la longitud de la misma a ambos lados y dejando un estrecho pasillo en el centro por el que los visitantes podían pasear durante sus compras o simple curioseo. Dada la aglomeración de gente en algunos tramos era difícil caminar. Los puestos de entonces eran de particulares que ponían a la venta cosas que les sobraban en casa y con las que podían sacarse unos duros. No existían los puestos de ropa «a estrenar» que hoy día abarrotan el rastro y que en mi opinión le han hecho perder autenticidad.
Del rastro me interesaban mucho los libros y cómics. En mi infancia fui un ávido devorador de libros de ciencia y tecnología y mi padre nos potenciaba esa afición en en casa. No dudaba en rascarse el bolsillo a menudo para comprar ejemplares de segunda mano si a nosotros nos gustaban: barcos, coches, motos, países, ordenadores, animales, dinosaurios, experimentos, manualidades, etc. Gracias a las visitas al rastro llegamos a tener en casa una importante colección de libros de divulgación científica y tecnológica orientados a niños. También algunas novelas de aventuras colmaron nuestras estanterías entonces así como los cómics de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio, Don Miki, etc.
Y además de los libros, los videojuegos eran el motivo de porqué me gustaba ir al rastro. Hay que recordar que a finales de los ochenta la vigilancia de las autoridades sobre los derechos de autor en los videojuegos y la venta de copias pirata era bastante laxa. Yo nunca vi a nadie salir corriendo ante la llegada de la policía. Era normal encontrar pirateado en el rastro la totalidad del catálogo de videojuegos, que se vendía en las tiendas.
La mayoría de las cintas llevaban escrito solo el contenido en la etiqueta. Sin embargo, habían vendedores más «profesionales» cuyas cintas venían con la carátula fotocopiada (en blanco y negro, por supuesto) y eran un poco más caras. Hoy en día puede parecer una tontería pero en aquel entonces una simple fotocopia de la carátula le daba un valor intrínseco mucho mayor al producto que hacía que desearas comprar esa copia y no la otra que venía «pelada».
Recuerdo que las cintas preferidas por los vendedores eran las de la marca Computape de 15 minutos de duración, más que suficiente para poder cargar juegos de poca capacidad. El primer juego que recuerdo que mi padre me comprara pirata fue Dynamite Dan en una cinta de esas famosas Computape.
Creo que por una cinta de un solo juego y sin carátula pedían 300 pesetas. Te ahorrabas un buen dinero. Y si aún querías ahorrar más, podías comprar packs económicos de varios juegos.
La garantía que ofrecían estos vendedores de que la cinta cargara correctamente era su palabra. Si no te funcionaba lo podías volver el domingo siguiente y pedirle que te la grabara de nuevo. Con suerte, y si no se negaba, finalmente podías tener en tu poder una nueva copia. Habían buenos vendedores con un trato exquisito al cliente y otros menos amables que visitabas una vez y no volvías a comprarles nada.
Además de las cintas piratas, también había un interesante mercado de segunda mano que seguramente procedía de chicos que quitaban su MSX para comprar algo más potente como un Atari ST o un Amiga 500 o bien porque se habían aburrido de los videojuegos. Estos juegos no eran tan baratos como las copias pero podías ahorrarte un dinerillo. De los que me compraron entonces, me acuerdo sobretodo de Head over Heels, recomendado por mi padre.
Entendió que jugar con dos personajes diferentes y complementarios era algo original e interesante y no se equivocó en absoluto. Desde entonces Head over Heels está en mi particular olimpo de los videojuegos. Pagó mi padre por él 400 pesetas.
El mercado de los disquetes piratas era otro mundo; bueno, otro mundo no, más bien el paraíso. Podías encontrar las últimas novedades de Konami, Compile, T&E Soft, Taito, etc. a precios populares (300 ó 500 pesetas creo recordar). Y estos juegos eran apuesta segura por la diversión y la calidad. Sin embargo, la presentación era de lo más espartana: un simple disco con una etiqueta identificando el juego. Pero a nosotros nos daba igual, porque lo bueno estaba en el interior.
Lo que estaba claro es que había que «patearse» por completo toda la avenida mirando precios, ofertas y catálogo. Y una vez mirado todo era el momento de gastar el dinero con cabeza. A medida que ibas comprando te hacías con tu vendedor favorito con el que cogías confianza e incluso te avisaba de los títulos que estaban por venir o podías hacerle un encargo concreto.
Mi padre entró en contacto con uno de esos vendedores de confianza, un tal Gonzalo que vino a casa en la época de Navidad para grabarnos in situ los juegos que bajo su recomendación eran los mejores. Era un chico joven, bien vestido y con un maletín del que sacaba discos como un mago saca un conejo de su chistera. La magia de los videojuegos habían llegado a casa por Navidad.
Para terminar, una de las cosas de las que no me acuerdo es de haber visto juegos MSX en cartucho a la venta. Seguramente no me fijé entonces porque buscaba cintas discos que eran más económicos. Pero estoy seguro de que habían buenos títulos por allí esperando un comprador. Cuando los piratas comenzaron a ser «perseguidos» comenzaron a desaparecer paulatinamente. En 1988 el mercadillo cambió de ubicación en la ciudad y coincidió con que poco a poco dejara de visitarlo los domingos.
Cuando recuerdo estos momentos vividos junto a mi padre en el rastro no puedo evitar emocionarme. Desafortunadamente ya no está conmigo y no puedo transmitirle lo bien que me lo pasaba con él entonces. Sirvan estas líneas como tributo a su memoria.
¡Hermosa historia, excelente relato! Gracias por compartirla, Konamito… Creo que muchos de nosotros atesoramos recuerdos vívidos y emotivos de aquellas épocas, y nos vemos reflejados en tus palabras. ¡Saludos!
Gracias, Fernando. Mi historia es más o menos la de muchos otros niños/jóvenes de entonces.
Me alegro mucho de la buena acogida que ha tenido este artículo.
Un saludo.
El ir con tu padre a por juegos para tu máquina era lo mas grande que te podia pasar.
Yo no tuve la suerte por aqui de encontrar esos rastros, me conformaba con la cintilla de los stands aquellos de 395 y 595 (la era Serie Leyenda) del videoclub, bar y demás que el me compraba y que yo aterosaba con mucho cariño.
Gran recuerdo el tuyo Konamito !
Añoro mucho esos tiempos porque mi padre ya no está, falleció hace unos años. Y encima, cuando eres un niño las cosas divertidas de entonces se te quedan grabadas a fuego en la mente.
Un saludo y muchas gracias por leer el artículo.
Precioso recuerdo y muy emotivo. Yo también recuerdo ir «al pirata» en alguna ocasión (era siempre el mismo y se ponía en el mismo sitio con una mesita de cámping, y además de las cintas y diskettes tenía una lista inmensa en un folio que te daba con cada compra, con la relación de títulos y precios de lo más nuevo, lo tenía bien montado el chaval :D)
También recuerdo a un amigo del colegio que tenía un «cable duplicador», no se de dónde lo sacaría pero conectando dos reproductores de cinta tipo computone hacía copias perfectas, no fallaban nunca (con doble pletina y con otros cables la copia fallaba casi siempre)… era un dios para nosotros, el más popular del cole sin duda.
Ya en plan abuelo cebolleta recuerdo también una visita mítica a la tienda Konami que abrió en Madrid cerca de la plaza de toros de las Ventas allá por el 87, en plena época dorada de Konami. Créeme si te digo que recuerdo perfectamente cada minuto que estuve allí dentro, las paredes repletas de cartuchos, novedades, el catálogo… me volví sin comprar nada porque no tenía suficiente dinero (me llevé 3.000 pesetas que había ahorrado durante meses pero el más barato costaba 3.800 o algo así), pero regresé supercontento por la experiencia, es como si literalmente me hubiera zambullido en plan Tío Gilito en una piscina llena de cartuchos de mi querido MSX. Con el tiempo me hice con todos los Konamis, y no hay vez que no vea mi colección que no recuerde aquella visita a la tienda Konami 😀
Un abrazo!
Si hubiera tenido yo esa oportunidad de visitar la tienda que comentas… Seguro que, como a tí, no se me olvidaba la experiencia en la vida.
La tienda a la que te refieres es seguramente Konami Shop, que la llevaba entonces Serma, la distribuidora oficial de Konami en España: http://www.msxblog.es/konami-shop-serma-e-input-msx/
¡Qué suerte tuviste de estar allí!
Exacto, la Konami Shop que había en ese local de tu entrada del blog. Como bien dices en dicha entrada, era un local pequeñito ¡pero yo no he vuelto a estar en un sitio tan grande!
Las paredes estaban pintadas de un verde lima, según entrabas a mano derecha había un mostrador de cristal con títulos expuestos y un catálogo de Konami para que cogieras uno (lo perdí hace mucho), y todas las paredes estaban cubiertas de estanterías de arriba a abajo con las cajas de los cartuchos, muchos títulos repetidos claro, veinte Road Fighters, quince Knightmares, etc… buf, me encantaría encontrar una foto del interior un día de estos 🙂
Hola que recuerdos, me acuerdo yo también al rastro de Santa Cruz, siendo de Icod era más complicado ir más cuando uno era un chaval pero siempre que podía y eran pocas me daba una vuelta a pillar algo!! ejejej Saludos y gracias por el magnifico artículo me ha encantado leerlo.
Gracias, JR. La verdad es que en aquel entonces desplazarse a Santa Cruz desde Icod no era algo al alcance de los más jóvenes debido a lo complicado del transporte público. Pero como he leído en tu comentario, aprovechaste a tope cada una de las veces que pasaste por allí.
Un saludo.
Hermosa Santa Cruz
Me HA ENCANTADO leer este texto, ya que yo también iba cuando estaba en la Avenida de Amaga. Tengo muy buenos recuerdos de esos años.
Hoy en día sigo yendo, para mi tiene magia, aunque coincido en que le ha restado el que ahora hayan TANTOS puestos de ropa a estrenar. Éstos me los salto ….Sólo miro los de siempre, los de las mantas en el suelo.
¡Me alegro de que te haya gustado!
Fueron mis vivencias de pequeño en aquel mágico rincón de Santa Cruz, acompañado de mi padre… Echo de menos esos días…