Un recorrido por la historia de los videojuegos españoles (que no fueron pocos).
Artículo originalmente publicado en MSDOX el 21 de febrero de 2003 y escrito por Fernando Rodríguez
Conclusión
La historia del software español es rica como pocas en Europa. Pese a que se ha encontrado estancada durante buena parte de los años 90, siempre ha estado presente de una forma u otra. A principios de la década de los 80, cuando muy pocos sabían qué era eso de los ordenadores, compañías españolas se atrevieron a nacer para crear juegos. Revelándose, de esta forma, contra cualquier tipo de convencionalismos de la época. Supieron crear una pequeña industria de la nada y cambiar la vida de miles de chavales que, hoy en día pueden volver a soñar con vivir de la creación del software de entretenimiento. Juegos inolvidables de aquellos tiempos son Saimazoom, Fred, Livingstone Supongo, La Abadía del Crimen, Mad Mix, Jabato, Navy Moves…. Realmente todos son inolvidables porque todos tenían algo que no pueden tener los juegos de ahora; nuestra infancia.
El hecho de que el mercado de los videojuegos se convirtiera en un negocio multimillonario, que las plataformas comenzaran a evolucionar vertiginosamente y que la piratería no hiciera sino aumentar, fue determinante para terminar por mermar la capacidad económica de muchos de los programadores y empresarios que habían llevado el peso del desarrollo en nuestro país. Cancelación de pagos, proyectos interrumpidos y más malas noticias que terminarían con la industria del soft de entretenimiento nacional nacida a mediados de los años 80.
Es a partir de ese momento cuando entramos en la «etapa oscura». Serán ahora los entusiastas los principales responsables de que la magia del desarrollo no se apague. Los fanzines españoles, dedicados a los juegos, la programación o ala informática en general, se multiplicarán. Muchos de ellos, nacidos durante la aún floreciente etapa de los 8 bits, crearán un verdadero centro de reunión para que los nostálgicos puedan recordar tiempos mejores. Otros, sin embargo, irán desapareciendo con el transcurso de los meses, pero dejarán ahí un legado muy importante.
No será hasta 1994 cuando se empiecen a producir destellos importantes de la recuperación del soft patrio. Dinamic logra sacar adelante sus proyectos deportivos; Pendulo y Alcachofa sorprenden lanzando dos aventuras de notable calidad casi simultáneamente (Igor y Dráscula, respectivamente) y otros grupos decidirán, no tardando, apuntarse al carro de la producción. Al principio tímidamente, pero con el transcurso del tiempo sin complejos. DDM traerá una necesaria competencia a nivel interno y los independientes se harán cada vez más notar con producciones como Speed Haste o Trauma. La llegada del 97 supondrá el principio del verdadero resurgir al comenzar a conocerse grandes proyectos que, más adelante, alcanzarían fama internacional. Juegos como Hollywood Monsters, Runaway o Commandos, mostrarán otro estilo de hacer las cosas. Un estilo ganador.
A día de hoy hay que ser optimistas, pero también realistas. El cierre de Dinamic multimedia ha puesto, por desgracia, en serio aprieto a las desarrolladoras independientes en nuestro país, pues esta empresa jugaba un papel muy importante en todo lo que era aporte de capital. Este cierre es una auténtica lástima porque la empresa lo tenía todo desde el 97 para seguir el camino ascendente y estar muy lejos de una situación de crisis. Por otro lado, las nuevas empresas españolas ya van directamente a la creación de títulos con perspectivas internacionales, que auguran un futuro muy prometedor.
La historia del software nacional es muy intensa y todos esperamos que lo siga siendo. La piratería, la mayor lacra con la que cuenta este sector, debe de ser reducida a la mínima expresión. La mejor cura es la prevención y por eso tenemos que concienciarnos y pensar que merece la pena adquirir software original. No sólo porque es el único camino legal, si deseamos adquirir software, sino porque con ello estamos contribuyendo a que la industria del videojuego en este país tenga la suficiente importancia como para no estar a la zaga de lo que nos depara el futuro.